Hoy se desarrollaron las votaciones en UK. Con total tranquilidad.
Parece un titulo de ficción a decir verdad pero nunca participé de elecciones tan tranquilas como las británicas (nótese que este post fue escrito pre-BREXIT).
Tal vez y a raíz del vestigio de mi memoria cuando clickeo en mi disco rígido la palabra elecciones automáticamente me digo a mi misma: salí con tiempo, puede ser que no estés en los padrones, la gente se desespera por entrar, seguramente habrá una cola de 200 metros, que el cuarto oscuro, pueden faltar boletas, patatín y patatán, entre otras tantas jugarretas que mi cerebro dispara sin piedad.
En síntesis mis suposiciones son vanos desgastes mentales que remiten a una época pasada y lejana. Aquí se entra tranquilamente —reitero—, tranquilamente. Yo saco mi pasaporte y lo ofrezco a los fiscales de mesa. No hace falta, con solo decir el nombre y dirección alcanza. ¿Cómo? Insisto, levanto mi pasaporte en alto para que no duden de mi identidad. ¡Que no! ¿Que alcanza con mi palabra? Con la mía o con la de todos?
Prosigo, luego me dan una boleta (una y solo una) donde figuran todos (TODOS) los partidos por los que puedo optar. Entro a una cabinita parecida a las de teléfonos del interior de un bar, de madera, y que tiene por solo efecto tapar la mano y nada más que la mano cuando haga una crucecita en el candidato de mi preferencia. ¿Una crucecita? Si, una crucecita ¡en lápiz! Simple grafito borrable con goma escolar.
Con el auge de tantos partidos “nacionalistas” y pro salida de la EU mis opciones como extranjera no son muchas. Aún así siempre encuentro algo que me satisfaga.
Doblo la boleta —sin sobres, pegamentos, firmas ni nada que se le parezca— la meto en una caja cerrada y ¡listo!
Hasta me saludan al salir. Si parezco la marinerita…
En primer lugar elogio el ahorro de recursos, desde la cabinita telefónica hasta el uso del papel que se resume al uso de una sola boleta, ¡cuantos árboles hemos salvado!
Esto es algo que me hizo pensar: ¿Tal vez yo siga siendo una de las pocas personas que aun creen en el valor del voto?
Una gran amiga en Argentina que participa activamente en política desde tiempos inmemorables me dice que no vota. Dice que no cree en las votaciones, y si ella lo dice…
En mi caso tengo que seguir creyendo en mi pequeño y gran derecho a elegir. Lamentablemente se puso de moda también en el Reino Unido la charlatanería, la corrupción y el pago de hipotecas personales con fondos públicos.
No quiero dejar pasar otra aclaración final y es que los días de votación no son días de asueto o feriados nacionales. Claro, ¿porque habrían de serlo si se puede votar cómodamente en tan solo cinco minutos? No hay grandes motivos para quedarse pensando dentro del cuarto oscuro tampoco, como ocurre generalmente en nuestros pagos, porque dudo que alguien decida su voto en los últimos dos minutos, si además recibimos las plataformas por correo en nuestra casa, con lo que las leo ‑sí, las leo, y pienso qué es lo que conviene—. Elijo y listo. ¿Fácil no?
Hasta la próxima.
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