Sapoblog

¿A vos también se te dio por escribir cuando emigraste? Tal vez, como yo, ya escribías desde antes, y recién cuando saltaste el charco te diste permiso para hacerlo con mayor libertad. O puede que seas de los que nunca había pensado en hacer un blog y con el boom de los medios sociales se dio la posibilidad casi sin pensarlo. O, sos de los que todavía no se anima pero se muere de ganas de hacerlo.

No importa cuál sea tu historia, lo importante es que hoy nos encontramos a través de esta página y eso es bueno.

Primero porque corroboro que volver a escribir (había dejado de hacerlo durante un tiempo por razones que no vienen al caso) tiene un sentido, y segundo porque escribir es una de las mejores formas de canalizar lo que nos ocurre.

Muchas veces al ver plasmadas en la computadora mis aventuras y desventuras les pierdo el miedo, me muero de risa o dejo de quejarme. Maravilloso es el efecto que produce esta costumbre y, si no lo intentaste todavía, te lo recomiendo. 

Todos vivimos situaciones que si las miramos desde afuera pueden ser mejores que una película de Fellini, e incluso objetos de inspiración que están ahí para ayudarnos a traducir en palabras lo que nos está pasando.  

Ya no sé ni cómo ni cuándo ni donde comencé este plasmar de sentimientos, sensaciones, sueños y esperanzas que, con el tiempo, se transformarían en canciones, escritos, cuentos y otras ocurrencias. 

Tal vez hayan sido mis primeros poemas dedicados al mas grandilocuente amor adolescente o mejor aún la canción para el niño Jesús que escribí mientras iba a catecismo. Pudo haber sido también esa novela con alma de folletín que di por llamar Rebecca de la cual me quedan unas hojitas muy pequeñas escritas a máquina que creí que se habían extraviado con el paso del tiempo y volví a encontrar hace unos dos años.  

Rebecca era una esclava negra que se enamoraba del hijo del patrón, quedaba embarazada de su amor prohibido y huían juntos. Aunque poco probable les escribí un final feliz. En mi fulgor adolescente no podía pensar todavía en finales tristes. Supongo que las novelas brasileras de la época me habrán inspirado también a mí, y bastante.

Por qué nunca estuve en St Paul's Cathedral

La primera vez que visité Londres llegamos a la Catedral de St Paul cuando estaba cerrada. El recuerdo es maravilloso... El detalle singular es que habiendo vivido muchos, muchos años en Londres, nunca la vi por dentro.

Era una noche de abril, probablemente había llovido antes y las luces le daban un aire místico. Al rato, quizás las nubes se habían corrido y aparecía una incipiente luna llena que le atribuía una majestuosidad mayor aún. Fue una noche singular, esas que quedarían para siempre en el recuerdo. Pero no pudimos entrar a la iglesia, si bien ese era el objetivo.

Con el paso del tiempo, y cual leyenda urbana, mi percepción de esa noche tal vez no sea exactamente igual a lo que haya ocurrido. Pero ya no hay forma de comprobarlo, y eso es lo mejor. 

Londres y sus luces en invierno

Descifrar los significados de la vida en otros escenarios es una rutina que con el tiempo quienes emigramos vamos dejando de lado...

Porque los momentos vienen y van. Y si no los asimilamos se escapan sin dejar huella alguna. 
Somos el resultado de cada paisaje que respiramos.

Con esto quiero decir que cada uno de los momentos que vivimos, los buenos y los malos, los tediosos y los maravillosos ocupan un espacio dentro de nuestro equipaje emocional.

Un espía en la gran ciudad

Estar y no estar al mismo tiempo. Creer y no creer. Querer y no querer. Sentir y no sentir. Encariñarse y no.

Ser un espía en la gran ciudad tiene sus privilegios. 

¿Me habrás amado Londres alguna vez?

Quiero viajar. Quiero volver a vivir eso que sentí la primera vez que pisé Londres.


Sorprenderme por sus detalles, mirar con cara de nena algo que no había visto antes, dejarme llevar por sus olores y colores soñando que un día viviría allí. Quisiera volver a embriagarme por el aire de circo ambulante de Camden Town y por la aparente hostilidad de Brixton hasta perderme nuevamente en alguna combinación del subte, o confundir una Street con una Road. O quizás correr por los parques verdes del verano sin temor a caer en el agujero negro de la nostalgia.

 

 

 

 

 

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