La primera vez que visité Londres llegamos a la Catedral de St Paul cuando estaba cerrada. El recuerdo es maravilloso... El detalle singular es que habiendo vivido muchos, muchos años en Londres, nunca la vi por dentro.
Era una noche de abril, probablemente había llovido antes y las luces le daban un aire místico. Al rato, quizás las nubes se habían corrido y aparecía una incipiente luna llena que le atribuía una majestuosidad mayor aún. Fue una noche singular, esas que quedarían para siempre en el recuerdo. Pero no pudimos entrar a la iglesia, si bien ese era el objetivo.
Con el paso del tiempo, y cual leyenda urbana, mi percepción de esa noche tal vez no sea exactamente igual a lo que haya ocurrido. Pero ya no hay forma de comprobarlo, y eso es lo mejor.