¿A vos también se te dio por escribir cuando emigraste? Tal vez, como yo, ya escribías desde antes, y recién cuando saltaste el charco te diste permiso para hacerlo con mayor libertad. O puede que seas de los que nunca había pensado en hacer un blog y con el boom de los medios sociales se dio la posibilidad casi sin pensarlo. O, sos de los que todavía no se anima pero se muere de ganas de hacerlo.
No importa cuál sea tu historia, lo importante es que hoy nos encontramos a través de esta página y eso es bueno.
Primero porque corroboro que volver a escribir (había dejado de hacerlo durante un tiempo por razones que no vienen al caso) tiene un sentido, y segundo porque escribir es una de las mejores formas de canalizar lo que nos ocurre.
Muchas veces al ver plasmadas en la computadora mis aventuras y desventuras les pierdo el miedo, me muero de risa o dejo de quejarme. Maravilloso es el efecto que produce esta costumbre y, si no lo intentaste todavía, te lo recomiendo.
Todos vivimos situaciones que si las miramos desde afuera pueden ser mejores que una película de Fellini, e incluso objetos de inspiración que están ahí para ayudarnos a traducir en palabras lo que nos está pasando.
Ya no sé ni cómo ni cuándo ni donde comencé este plasmar de sentimientos, sensaciones, sueños y esperanzas que, con el tiempo, se transformarían en canciones, escritos, cuentos y otras ocurrencias.
Tal vez hayan sido mis primeros poemas dedicados al mas grandilocuente amor adolescente o mejor aún la canción para el niño Jesús que escribí mientras iba a catecismo. Pudo haber sido también esa novela con alma de folletín que di por llamar Rebecca de la cual me quedan unas hojitas muy pequeñas escritas a máquina que creí que se habían extraviado con el paso del tiempo y volví a encontrar hace unos dos años.
Rebecca era una esclava negra que se enamoraba del hijo del patrón, quedaba embarazada de su amor prohibido y huían juntos. Aunque poco probable les escribí un final feliz. En mi fulgor adolescente no podía pensar todavía en finales tristes. Supongo que las novelas brasileras de la época me habrán inspirado también a mí, y bastante.