¿A vos también se te dio por escribir cuando emigraste? Tal vez, como yo, ya escribías desde antes, y recién cuando saltaste el charco te diste permiso para hacerlo con mayor libertad. O puede que seas de los que nunca había pensado en hacer un blog y con el boom de los medios sociales se dio la posibilidad casi sin pensarlo. O, sos de los que todavía no se anima pero se muere de ganas de hacerlo.
No importa cuál sea tu historia, lo importante es que hoy nos encontramos a través de esta página y eso es bueno.
Primero porque corroboro que volver a escribir (había dejado de hacerlo durante un tiempo por razones que no vienen al caso) tiene un sentido, y segundo porque escribir es una de las mejores formas de canalizar lo que nos ocurre.
Muchas veces al ver plasmadas en la computadora mis aventuras y desventuras les pierdo el miedo, me muero de risa o dejo de quejarme. Maravilloso es el efecto que produce esta costumbre y, si no lo intentaste todavía, te lo recomiendo.
Todos vivimos situaciones que si las miramos desde afuera pueden ser mejores que una película de Fellini, e incluso objetos de inspiración que están ahí para ayudarnos a traducir en palabras lo que nos está pasando.
Ya no sé ni cómo ni cuándo ni donde comencé este plasmar de sentimientos, sensaciones, sueños y esperanzas que, con el tiempo, se transformarían en canciones, escritos, cuentos y otras ocurrencias.
Tal vez hayan sido mis primeros poemas dedicados al mas grandilocuente amor adolescente o mejor aún la canción para el niño Jesús que escribí mientras iba a catecismo. Pudo haber sido también esa novela con alma de folletín que di por llamar Rebecca de la cual me quedan unas hojitas muy pequeñas escritas a máquina que creí que se habían extraviado con el paso del tiempo y volví a encontrar hace unos dos años.
Rebecca era una esclava negra que se enamoraba del hijo del patrón, quedaba embarazada de su amor prohibido y huían juntos. Aunque poco probable les escribí un final feliz. En mi fulgor adolescente no podía pensar todavía en finales tristes. Supongo que las novelas brasileras de la época me habrán inspirado también a mí, y bastante.
Volví a leer mi primera 'novela' hace relativamente poco y me sorprendí (no porque estuviera magistralmente escrita) sino porque a los dieciséis años tuve la iniciativa de querer escribir algo más largo que un cuento y pasar a máquina (máquina, no computadora) todas las páginas. En ese momento no había forma de borrar los errores, así que supongo que hice varias veces algunas mientas que otras equivocaciones las borré con Liquid Paper. Aún así hoy es legible y me transporta a esa niña adolescente que ya se había enamorado mil veces pero que nunca había tenido un amor real.
Y me causó cierta ternura. Hoy me gustaría abrazarme a mí misma y decirme: "No te preocupes, vas a estar bien, entre tantas otras cosas como: vas a emigrar a Londres, sí sí, ya sé que ni siquiera te lo podés imaginar ahora. Y lo mejor, es que después de extrañar mucho, de hacerte miles de preguntas sobre en qué lugar deberías vivir, vas a sobrevivir. Los dolores van y vienen, y ese dolor también va a pasar".
Me fui por las ramas, como de costumbre...
¿Estaba hablando de objetos de inspiración? Sigo entonces...
Escribir canciones es otra herramienta que te puede ser útil, y quién dice hasta te subas a un escenario, como yo lo hice durante mucho tiempo. Esto es lo bueno de emigrar, animarse a hacer cosas que tal vez en tu país de origen nunca hubieras hecho.
Las canciones son historias de pocos minutos sin destinatarios conocidos ni emisarios. La voz que las canta se hace dueña del momento, de la intención, y de ahí en más todo queda a discreción de quien la escucha.
En cuanto a mis objetos de inspiración pueden variar: desde unas vacaciones inolvidables, pesadillas recurrentes
hasta...
- emigración a países inhóspitos y laberintos de ensoñaciones;
- pocos amores imposibles, y pocos y grandes amores reales;
- casas que tuve y extraño y casas que sueño habitar;
- vidas que viví y vidas que ansío vivir;
- gatos bailando sobre techos de chapa iluminados por estrellas y constelaciones que brillan desde el ala de un avión;
- globos aerostáticos y velas de windsurf;
- luces de Navidad;
- tristezas de Nochebuena;
- balances de fin de año;
- el parque Camet con los cisnes en los que paseaba cuando era niña;
- la laguna de Etcheverry;
- Santa Clara del Mar;
- paseos en patines de ruedas naranjas,
- olas coloridas verde plateadas y pisadas desnudas fijándose en la arena;
- lluvia, lágrimas, perlas, madreperlas, maullidos, cuervos, palomas, luces, sombras, caracoles, agua vivas;
- dedicatorias en libros amarillentos a los que les faltan hojas (me encantan las dedicatorias, recibir un libro que no la tenga no tiene sentido para mí);
- mensajes en contestadores automáticos,
- silencios y ruidos de más...
Toda experiencia vivida o robada por apenas un instante cuenta a la hora de escribir.
Gracias por leerme. No te olvides de comentar y compartir si te gustó este post.
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