Quiero viajar. Quiero volver a vivir eso que sentí la primera vez que pisé Londres.
Sorprenderme por sus detalles, mirar con cara de nena algo que no había visto antes, dejarme llevar por sus olores y colores soñando que un día viviría allí. Quisiera volver a embriagarme por el aire de circo ambulante de Camden Town y por la aparente hostilidad de Brixton hasta perderme nuevamente en alguna combinación del subte, o confundir una Street con una Road. O quizás correr por los parques verdes del verano sin temor a caer en el agujero negro de la nostalgia.
Quisiera volver a vibrar con el despegue de un avión y tener ganas de ir a los aeropuertos, aunque fuera tan sólo para tomarme un café y ver los aviones aterrizar. ¿Quiénes llegan? ¿Quiénes se van?
Volver a enamorarme de los viajes, y reconocer que esa ciudad que me cautivó hace casi veinte años pasó de ser un flechazo pasajero a una compañía estable, y que esa lluvia, de la que tanto me quejo, es necesaria aunque embarre mis zapatos.
Los que fueron sueños se convirtieron en realidad, y la realidad es que esta ciudad me dio y me quitó mucho, pero hace a la persona que hoy escribe estas líneas.
Los lugares en los que vivimos nos conforman y nos abrazan, como amantes pidiendo más o despechados que nos ignoran invitando a que armemos nuestras valijas y dejemos de molestarlos, liberándonos al fin...
¿Me habrás amado Londres alguna vez?
Como la mayoría de los inmigrantes, mis valijas siguen siempre listas...
Tal vez ya sea hora de desarmarlas y darte la oportunidad de que me quieras vos también.
Hasta la próxima. No te olvides de comentar y compartir si te gustó este post.
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