Crisis. De todos los colores. Al principio, podría resultar hasta pintoresca la cuarentena. Pero, con el correr de los días, la realidad se va apoderando de la fantasía.
Estar de este lado del mundo puede ser más cómodo, no lo podemos negar, más efectivo y menos trágico en algunos sentidos, aunque el número de personas fallecidas y el costo para la humanidad toda sea enorme.
Desde aquí podemos resolver convenientemente mayoritariamente nuestros temas pendientes online, acceder a nuestros pagos, impuestos, muchas personas pueden incluso trabajar y seguir operando con cierta normalidad.
Pero ¿qué pasa cuando tenés asuntos no resueltos del otro lado del mundo o cuando querés ayudar a gente que está viviendo en lugares donde la cosa online no funciona del todo bien o que no forma parte de su accesibilidad diaria?
La respuesta, por ahora, es que resulta un gran desafío mantener la calma. Descifrar nuevas formas de comunicación con los bancos, supermercados y tarjetas de crédito en época de cuarentena nacional es asfixiante y, de alguna forma, también nueva porque no responde a las mismas pautas que conocemos.
Hace bastante tiempo tuve, como vos, que descifrar los códigos para empezar a desarrollar una nueva vida dentro de un sistema que desconocía. Y fui aprendiendo, adaptándome y, por último, moviéndome como pez en el agua (sí, like fish in the water como bien dirían en inglés). Pero fue un proceso que llevó su tiempo, hubo muchas pruebas y, sobre todo, muchos errores...
Ahora volvemos a ser sapo de otro pozo, en el sentido inverso, en el lugar que dejamos hace mucho y del que habíamos solicitado la baja del sistema.
Nuestras intenciones pueden ser las mejores pero ya tampoco existe la posibilidad de 'me tomo un colectivo y lo hago personalmente'. Es época de asistir a un renacimiento de nuestras limitaciones pero también a un despliegue de todas las herramientas que adquirimos en esta nueva segunda vida, como me gusta llamarla.
Paciencia y a seguir intentando.
Hasta la próxima.
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