Hoy nos quedamos en casa. Queremos y no queremos, pero resulta que si no lo hacemos podemos agravar la situación. Y sentimos que recluirnos es igual a quedarnos en una prisión.
En este lado del mundo no vivimos nunca una experiencia similar. No es el fin del mundo, pero, por otro lado, nos invade una sensación rara de incertidumbre. Imaginemos por un momento a nuestros antepasados viviendo situaciones muchísimo más complejas, difíciles, peligrosas... Eso sí que sería incertidumbre de verdad.
Mientras tanto no sabemos qué pensar ni cómo entretenernos...
Tenemos una lista pendiente de cosas por hacer que nos persiguen desde hace tiempo. ¿Será ahora el momento de convertirlas en realidad y de, finalmente, darles un lugar?
¿O será que tendríamos que darle un espacio al encuentro con nuestra propia conciencia y deseo?
¿Y si en vez de transformar nuestra casa en una cárcel la convertimos en un spa? Tan mal no estaría...
Decidamos lo que decidamos hacer con nuestro tiempo, es una oportunidad única en la historia para cambiar o retomar la ruta y pensar cómo queremos vivir nuestro futuro.
Hasta la próxima.
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